Para variar, hoy no hablaré de nuestra orquesta, sino de otra orquesta.
Se trata ni más ni menos que de la “Orquesta Femenina de Barcelona”, fundada en 1932 por la pianista y directora Isabel de la Calle. Posteriormente pasó a llamarse “Orquesta Clásica Femenina”. Su trayectoria fue notable, con crecientes éxitos, y colaboraciones históricas, como las de la violinista Rosa García Faria o la joven pianista Alicia de Larrocha. Tocaron hasta entrados los años setenta en que su actividad se fue diluyendo.
¿Por qué menciono esta orquesta hoy? En primer lugar, porque me parece un hecho histórico muy significativo si tenemos en cuenta las condiciones de la mujer en las décadas pasadas. Las veintitantas chicas que componían el grupo, todas excelentes intérpretes, dedicaban gran parte de su tiempo a participar en esta formación musical, haciendo equilibros con los horarios de sus trabajos o con sus obligaciones familiares.
Pero tenemos más cosas aún en común con ellas, además del hecho de ser una orquesta amateur. En primer lugar, gracias a una serie de coincidencias, somos depositarios de gran parte de su fondo de partituras. Y en segundo lugar y mucho más importante, tenemos entre nosotros a algunas de las intérpretes que la constituyeron.
Se trata de las violinistas Helia Elpón, Rosa Biota, Lupe Galobardes y Teresa Bonaparte, entre otras. Bueno, Teresa ya está “jubilada” de la orquesta, pero sólo porque ella quiere.
De ellas, me gustaría hoy dedicarle una mención especial a Helia. Cuando hace algunos años, al poco de incorporarse a nuestra orquesta, vino a pasar la tarde a Cadaqués con su familia, le presenté a mis padres, y hablaron de música. Pero en aquel entonces yo no sabía bien con quien estaba hablando. Helia fue violinista profesional de la orquesta del Gran Teatre del Liceu antes de ejercer de violinista en nuestra orquesta. No contenta con eso, si se tercia, es capaz de interpretar como solista el concierto para piano de Grieg, o el concierto para dos violines en Re menor de Bach.
Pero algunos de mis amigos me han pedido que no olvide comentar una gran anécdota sobre Helia. En sus tiempos de profesional en la orquesta del Liceu, curiosamente estaba establecido que los salarios de las mujeres músicos fueran inferiores al de sus compañeros masculinos. Si desde entonces, y para siempre más, la situación cambió y ahora hombres y mujeres perciben el mismo salario, ni un euro más ni un euro menos, es gracias a las gestiones que en su día hizo Helia.
El otro día la interrumpí mientras ponía resina a su arco, y le pregunté cómo lo consiguió.
“Muy fácil”, me dice,
“Me planté delante del director y le dije claramente, maestro, este señor que tengo al lado toca igual que yo, y las mismas horas que yo. Y él me miró pensativo, y me respondió, tienes razón”.
Supongo que el hombre no calculó el poder de convicción de su mirada fija.
Al parecer el maestro tampoco sabía bien con quién estaba hablando.
Muy pronto os contaré cosas sobre las demás damas violinistas, Lupe, Rosa y Teresa.